Se hace difícil escribir esta entrada. Mucho. De hecho, si hay una palabra que se repite constantemente en este duro día es «madre». Y no es de extrañar. Todos te hemos sentido así. No sólo tus compañeros de Voluntarios de Aragón, sino todos aquellos que a lo largo y ancho de España y fuera de ella (ah, tus polacos, tus franceses…) han tenido la suerte de conocerte y disfrutarte en estos años de viajes y recreaciones. Si alguien ha necesitado algo, ahí estaba Crucita. Siempre. Desde una tirita a un rancho para 35, pasando por botones, gorros, parches en un pantalón, agua… Y no me quiero olvidar de ese barril de vino para ayudar en la espera durante la Ofrenda de Flores cada 12 de octubre. La primera para todos, y siempre con una sonrisa. Todos los recreadores de todos los rincones saben que si venían a Zaragoza no les iba a faltar una cama y un plato de comida. Por que les abrías las puertas de tu casa. Literalmente.
Tengo muchos recuerdos contigo, muchos de ellos no los olvidaré nunca. Como aquella noche del viernes 8 de febrero de 2008 en Alcañíz, donde compartí bungalow contigo y con tu hijo Rubén, nuestro tambor. Mi primera noche fuera de casa con el Batallón. Mi primera batalla. Estaba tan nervioso que acabé teniendo un tremendo dolor de cabeza, pero ahí estabas tú, para arroparme y ayudarme a pasar la noche.
O tus gritos cuando nos lanzábamos en Paso Redoblado.
O el orgullo con el que hablabas de las heroínas que te precedieron, esas mujeres valientes, pero no más valientes que tú. En todo caso, iguales.
O ese viaje de vuelta de Astorga en 2012, la de aquella granizada ¿te acuerdas? Estuvimos cenando unos filetes de lomo con tomate que habías preparado creo que para 200 personas, porque claro… Como siempre decías: «¿Y si se acerca alguien con hambre y no hay suficiente, cómo no le vamos a dar, eh?»
Y así eras tú. Mirando siempre por todos.
Has dejado un hueco muy muy grande en los corazones de mucha gente, Mari Cruz. Por que es imposible no quererte. Has sido un ejemplo en tantas tantas cosas… No hay más que ver las muestras de dolor y también de cariño, afecto y admiración que están llegando de todos los rincones del mapa.
Siempre vas a estar con nosotros, Crucita. Con todos nosotros. Y ten por seguro que cada Salva de Honor que disparen tus compañeros y amigos, una parte de ella irá siempre en tu memoria. Porque aquello que se recuerda no puede morir.
Quiero cerrar este post, que escribo de una forma personal pero en nombre de todos tus amigos y compañeros de Voluntarios de Aragón, con una imagen que creo te define a la perfección y que es un reflejo de lo que has sido para nosotros:
Tú, siempre detrás de todos. Siempre con nosotros.