El sábado por la tarde llegaron avisos hasta el campamento de que las tropas francesas se aproximaban a Zaragoza, por lo que los oficiales comenzaron a organizar con urgencia a las tropas. Una vez formada la columna, nos dirigimos con paso firme y decidido al encuentro del invasor…
Una vez en el Coso, el enemigo no tardó en aparecer en el horizonte, y comenzó un duelo de artillería que sobrecogió a la población.
La infantería comenzó a castigar duramente a los defensores y a aproximarse lentamente. Sin acobardarse, la infantería ligera sale a su encuentro…
…Pero nada parece poder detener a los imperiales, que rápidamente llegan hasta las primeras defensas.
Los defensores se ven arrollados por la superioridad del ejército francés. Sin embargo, venden cara su piel y cada palmo de terreno es defendido con el ímpetu y la bravura que da defender el propio hogar. Así, el combate pasa a las estrechas callejuelas del casco histórico de la ciudad, donde el fragor de la batalla lo inunda todo…
Pero todo es inútil. La furia de los invasores es tal que al final de la noche sus águilas pasean victoriosas por la Plaza del Pilar.
Las tropas españolas, tras firmar una honrosa capitulación, salen de la ciudad desfilando orgullosas frente al enemigo. Pero la guerra no ha terminado todavía…